Entre lágrimas y milagros, Félix regresó a casa.

30/09/2025

Héctor Tecalco.

Reporteros de las Altas Montañas. 

Córdoba, Ver.—Félix Limias Cruz partió de Comapa en 2004 con la esperanza de un futuro mejor. Llevaba consigo ilusiones de juventud y la promesa de trabajo en la Ciudad de México. Pero en ese viaje perdió más que los números de teléfono de su madre y de su hermana: perdió el vínculo con su tierra, con su sangre, con su hogar.

El destino lo llevó a Puebla, donde un accidente lo marcó para siempre. Una camioneta lo arrolló y le arrebató una pierna, la fuerza y el rumbo. Desde entonces, sobrevivió entre la caridad y el olvido, con la soledad como única compañía.

Veintiún años después, la vida decidió escribirle un capítulo distinto. Una familia lo acercó a Córdoba, diciéndole que quizá ahí encontraría a los suyos. Durante tres días deambuló, preguntando, buscando, hasta que la Policía Municipal abrió el hilo que lo conectaría de nuevo con su origen.

En Comapa, su madre y su hermana recibieron la noticia por redes sociales: Félix estaba vivo, aunque cansado, desgastado, en silla de ruedas, con un vendaje que colgaba de su cuello y un papel como única identificación.

El reencuentro fue un nudo de emociones: lágrimas que mezclaron tristeza y alivio. La señora Salomé Cruz, con el corazón apretado, abrazó a su hijo. No volvió como ella soñó, pero volvió. Y a veces, la vida no da lujos: da milagros.